La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha declarado que el mundo entra en una auténtica “edad dorada” de la energía nuclear, mientras que España adopta una postura de prudencia e incluso resistencia ante ese giro
Fuente: papernest.es
Este choque de trayectorias plantea interrogantes sobre la seguridad del suministro eléctrico, el mix energético y la estrategia gubernamental. A continuación, analizamos dónde estamos, qué ocurre y qué camino parece dibujarse en Madrid.
Cambio global: la energía nuclear vuelve al foco
La AIE advierte que la producción nuclear está recuperando protagonismo en el mundo ante la incertidumbre geopolítica y la necesidad de descarbonizar, señalando que muchos países ya están reconsiderando su estrategia para levantar o prorrogar centrales.
En contraste, en España el calendario de cierre de centrales nucleares está aún vigente, lo que ha generado advertencias sobre un aumento de la dependencia del gas o de tecnologías de respaldo poco deseables para la transición.
Esta divergencia entre la apuesta internacional por lo nuclear y la cautela española plantea varios riesgos para el sistema eléctrico, desde la estabilidad de la red hasta el coste de suministro y la evolución de las tarifas de luz.
El giro de Madrid: pragmatismo frente a dogmatismo
En un movimiento reciente, Pedro Sánchez ha anunciado que el Gobierno no mantiene una posición “dogmática” frente al nuclear, abandonando el tono combativo previo y abriendo la puerta a estudiar la continuidad de centrales bajo ciertos requisitos.
Este cambio sorpresa ha generado nerviosismo entre sus socios de coalición, que temen que se altere el rumbo energético acordado, centrado hasta ahora en renovables y eficiencia.
La nueva postura parece buscar equilibrar tres exigencias clave:
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Garantizar la seguridad territorial y del suministro
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Evitar incrementos impositivos para los ciudadanos
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Evaluar qué propone la industria nuclear
En este sentido, Madrid pasa de rechazar la nuclear a asumir que ésta puede tener un papel, siempre que cumpla condiciones concretas: una posición pragmática en vez de ideológica, tal y como la define el presidente. Todo esto en un momento en que optimizar el gasto energético es clave y los consumidores siguen buscando la compañía más barata.
¿Qué implica este choque para el sistema eléctrico y los consumidores?
Si España mantiene el calendario de cierre nuclear sin un respaldo robusto de almacenamiento, interconexiones o renovables gestionables, la AIE advierte que podría aumentar la dependencia del gas y la volatilidad del sistema.
Ese escenario complicaría la estrategia de descarbonización y podría generar incrementos de coste para los consumidores o riesgos de suministro en momentos de alta demanda o escasa generación renovable, afectando directamente al precio de la luz.
El giro del Gobierno también abre interrogantes sobre los plazos de cierre previstos, por ejemplo en la Central Nuclear de Almaraz, y sobre quién asume el coste de prolongar o modernizar instalaciones nucleares frente a alternativas renovables de menor coste y mayor flexibilidad, así como sobre la potencia contratada necesaria para cubrir la demanda futura.
Finalmente, esta tensión obliga a redefinir el marco energético español:
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¿Se seguirá priorizando solo renovables y cierre nuclear?
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¿O se integrará la fisión como parte de la estrategia de transición y seguridad energética?
Las decisiones que se tomen marcarán el mix energético, el precio de la luz y la fiabilidad de la energía en España en la próxima década, incidiendo también en cómo los hogares deberán pagar la factura de luz en los próximos años.
En definitiva, España se encuentra en una coyuntura clave: mientras el resto del mundo gana impulso hacia una nueva era nuclear, el país debate si subir al tren, quedarse fuera o reconstruir su ruta energética. Las decisiones que se adopten pronto tendrán repercusiones directas en el sistema eléctrico y en los bolsillos de los consumidores.






































