Lamentablemente para los ocupantes de edificios, no se avizora solución para sus problemas por falta de funcionamiento de los elevadores, pues pese a sus quejas, a la existencia del libro de reclamaciones, a los frondosos y largos procesos sobre defensa del consumidor y usuario, este último es el que lleva las de perder, además de agriárseles el carácter

Por: Antero Flores-Araoz
Tiempos atrás eran frecuentes los callejones de un solo caño. Los jóvenes dirán ¿de qué se trata?, pues muy simple: eran calles peatonales estrechas, que no tenían salida por la parte posterior y que a sus costados estaban edificadas pequeñas fincas, generalmente de un piso, y además con un solo caño de agua con lavadero al final del callejón, suministro de agua que compartían los vecinos y que eran origen de innumerables fastidios, enfrentamientos y animadversión entre ellos.
Con el correr de los años, se fueron construyendo quintas, con distribución parecida a los callejones de un solo caño, pero con una gran diferencia: todas las casas, además de suministro eléctrico, contaban con alcantarillado y con servicio de agua potable. Empero la vida común en vecindad, también tenía sus bemoles y eran frecuentes los líos por roturas de cañerías y por la “chismografía” criolla.
Posteriormente se construyeron edificios de varios pisos, en que los vecinos adquirían o arrendaban departamentos de todo tamaño, y en que las relaciones de vecindad normalmente sucedían en los ascensores, sobre todo en las horas “punta” en que se salía o volvía del trabajo, escuelas y universidades.
Los desencuentros vecinales en los edificios con ascensores, así como las malas caras de unos vecinos contra otros, están motivadas en la falta de pago de los “gastos comunes” de los edificios, en que están inmersas las facturas por el mantenimiento de los ascensores que realizan empresas especializadas.
La molestia vecinal va en aumento cuanto más días pasan sin que se hubieran reparado los ascensores dañados, y ello por no haberse pagado el mantenimiento y/o los servicios de reparación a la prestadora de dichos servicios. La falta de pago, y el retraso, cuanto menos en el pago, genera que los vecinos tengan que llegar a sus domicilios subiendo empinadas y cansadoras escaleras, por estar paralizados los ascensores.
Sin embargo, la paralización de ascensores no solamente es por motivo originario en los vecinos, sino también en las acciones u omisiones de las empresas prestadoras del servicio de mantenimiento y reparación de ascensores. En efecto, pese a lo onerosos que son los servicios aludidos, y a que también muchas veces en la facturación va incluido un “seguro” mediante el cual, por el pago mensual, la prestadora del servicio de mantenimiento se compromete a realizar las reparaciones y/o recambio de piezas sin otros costos, se efectúan cobros adicionales ante el asombro de los ocupantes del edificio, echándole la culpa a los famosos “magnetos” como si fueran los causantes de las desdichas de los sufridos vecinos.
Lamentablemente para los ocupantes de edificios, no se avizora solución para sus problemas por falta de funcionamiento de los elevadores, pues pese a sus quejas, a la existencia del libro de reclamaciones, a los frondosos y largos procesos sobre defensa del consumidor y usuario, este último es el que lleva las de perder, además de agriárseles el carácter, estresarse e incrementarse sus dolencias hepáticas. El Defensor del Pueblo podría intervenir para buscar soluciones que mejoren la vida de los pobres vecinos de edificios.







































