Si creíamos que lo escuchado era ya bastante, pues error, hay cosas peores como ver a damas jóvenes tomando cerveza a “pico de botella” o fumando mientras bailan. No es que todo tiempo pasado fue mejor, pero se extrañan las buenas maneras y la adecuada utilización del idioma

Por: Antero Flores-Araoz
No es por dármela de culto, tampoco de exquisito en el empleo del idioma y menos aún con ánimo de molestar a los jóvenes que les ha dado por hablar con lisuras o groserías, pero no alguna que de vez en cuando se le sale, sino en cualquier frase referirse malamente a la mamá, aunque no a alguna en especial, sino en expresión genérica y sin ton ni son, como antiguamente se decía.
Corrientemente es empleado en el idioma de los jóvenes, el “no seas tonto” pero con léxico duro, agresivo y diríamos “lisuriento”, si ello cabe en nuestro idioma, y así podríamos seguir y seguir.
Pero el uso del idioma con groserías o palabrotas, no es de exclusividad de los varones, sino también de las jóvenes, lo que causa más desazón puesto que siempre se ha considerado que ellas son instruidas, diremos mejor: educadas, para expresarse con finura, podríamos decir hasta con dulzura, por lo cual, cuando se les escucha con palabrotas, que estaban acreditadas a los “carretilleros”, con disculpas a quienes ejercen dicho oficio, nos causa muchísima más extrañeza.
Conozco a quien cada vez que escucha a alguna joven de su familia, expresarse en términos soeces, decirle más o menos lo siguiente: “qué pena, de poco sirvieron 12 años de escuela y por lo menos 5 de universidad, para que no hayas aprendido hasta ahora a expresarte”.
La “moda”, pues de alguna forma tenemos que llamar a la inclinación de la gente joven a usar innecesariamente lisuras, no es exclusiva del Perú, la hemos oído en diferentes países e idiomas y aún, con decibeles muchísimo más altos.
La crítica a lo señalado no es porque seamos de generación que como usualmente se dice “está de salida”, sino porque nuestro idioma castellano es riquísimo en expresiones y en sinónimos, en que no se requiere para nada recurrir a las groserías, por más indignación que lleves escondida o que salga a flote ante algún indeseable estímulo de terceros.
Quienes tuvimos la suerte de tener maestros del idioma como Luis Jaime Cisneros, Jorge Puccinelli o José Miguel Oviedo, o ser seguidores de estudiosos de la lengua como Martha Hildebrandt o Juan Alvarez Vita, nos origina seguramente más molestia escuchar a los jóvenes expresarse en forma inadecuada e innecesariamente con utilización de groserías y hasta de insultos.
A lo que hemos denominado la “moda”, lamentablemente no se circunscribe a las nuevas generaciones, sino que además se exhibe en la prensa radial y televisiva expresada por personas que diríamos son maduras.
Las palabrotas que salen de los labios de gente joven, no es por simple coprolalia ni menos por padecer del síndrome de Tourette, es porque como dicen es “chévere” o “así me entienden”.
Si creíamos que lo escuchado era ya bastante, pues error, hay cosas peores como ver a damas jóvenes tomando cerveza a “pico de botella” o fumando mientras bailan. No es que todo tiempo pasado fue mejor, pero se extrañan las buenas maneras y la adecuada utilización del idioma.






































