Crónicas de caminante. Cuento: Domingo 21 de marzo
Pocos minutos antes de las 5 de la tarde escuché el timbre de la puerta por primera vez. Abrí y no había nadie. Un ligero viento me besó. Bromistas, pensé. Y así transcurrieron dos horas ininterrumpidas en las que el timbre sonaba, abría la puerta y nada, solo esa brisa ligera como una pluma.
Era una casa grande en la que solo vivía yo hacía menos de un año y era la primera vez que ocurría lo del timbre.
Ese domingo de marzo unos tímidos rayos de sol iluminaban parte de la sala y el comedor. Me puse la mascarilla y decidí esperar fuera de la casa para poder atrapar a los bromistas. Pero el timbre seguía sonando cada cinco o diez minutos y los bromistas no aparecían por ninguna parte.
Debe haberse malogrado con la humedad, creí, total, nunca había hecho una revisión de las instalaciones desde que llegué a vivir a esa casa antigua y un poco húmeda.
Decidí irme a dormir. Ya había oscurecido y era casi las ocho de la noche en la ciudad cuando desde mi cuarto pude escuchar voces de niños cantando.
Feliz cumpleaños a ti
Feliz cumpleaños Sandrita
Feliz cumpleaños a ti.
En las casas vecinas no había ninguna fiesta infantil, ni siquiera una reunión o voces de los chicos del barrio que, a veces, tocaban guitarra y cantaban.
Salí de mi cuarto a oscuras y la puerta de la casa estaba abierta como nunca. Estaba seguro de haberla cerrado antes de irme a descansar.
Pero ahí estaba, abierta.
A lo mejor no la cerré bien, pensé.
Prendí una lámpara y en el piso pude ver un pequeño sobre rosado. Lo abrí. Una tarjeta de invitación con la dirección de mi casa. Me asusté.
¡Te invito a celebrar mi primer cumpleaños!
Domingo 21 de marzo de 2021
4.00 p.m.
Entonces comprendí todo y decidí ir a la sala para confirmarlo.
Muchos globos negros y blancos, una piñata, juguetes en el piso, un zapatito de niña…y en la mesa del comedor una torta de chocolate y una vela de la cual aún salía un humo triste.
De pronto, el viento decidió dar el portazo definitivo y me hizo entender que la fiesta había terminado y que el próximo año…
Carlos Araujo