Por: Carlos Araujo
Ahora que estás durmiendo como un niño en esa cama que fue de los dos, ahora que estoy sentada frente a ti en esta habitación que fue nuestra, ahora, esta madrugada, he venido a decirte algunas cosas que no te dije antes por temor a ser lastimada.
Para empezar, abre los ojos, miserable de mierda, ábrelos bien, no tengas temor de mirarme que no voy a hacerte daño, no lo hice antes y menos lo haré ahora que ya no estoy en el mundo de los vivos.
No creas que he venido a vengarme, te equivocas, nada más vengo a decirte que voy a perseguirte por el resto de las varias décadas que te quedan de existencia y me encargaré de hacerte la vida más infeliz.
Seré tu segunda sombra y cuando no haya sombra te respiraré en la nuca para hacerte recordar los años que me insultaste, me mentiste, me minimizaste, me maltrataste, me violaste y finalmente me asesinaste porque, supuestamente, en el nombre del amor que nunca sentiste por mí, no permitiste que vuelva a amar a un hombre de verdad.
El día que te vayas al infierno no encontrarás a los demonios que esperabas encontrar, pero no cantes victoria, ni intentes sonreír, los demonios estarán descansando y despertarán al enterarse de tu llegada para recibirte como mereces.
Abre los ojos, mierda, ábrelos y verás la muerte sentada en este sofá y te quedarás inmóvil, no podrás articular palabra alguna porque el terror y el pánico se apoderarán de tu cuerpo y solo podrás recordar todo el mal que me hiciste.
Y esta madrugada puedo decirte que tengo una enorme ventaja sobre ti, una ventaja que nunca entenderás: soy mujer, una mujer muerta que no tiene nada que perder.
En pocas horas un nuevo día llegará y cuando despiertes y no me veas sentada en este sillón, no te alegres porque volveré cuando menos lo esperes.
Recuerda que ahora tengo demasiado tiempo libre y que así como puedo caminar sobre los mares de este mundo en el que vives y de tocar estrellas que nunca verás, también puedo asesinar indeseables sin remordimientos.