El anterior parlamento y el actual se han dedicado a sabotear y resistir la reforma política. Reforma incompleta y mediatizada que alimenta la crisis de representación y la descomposición de la clase política
Por: Franz Portugal Bernedo
La crisis política, que no es coyuntural, sino estructural, no se resolverá en el corto plazo, ni siquiera en el mediano, hoy ha pasado a una fase de descomposición de la clase política. La expresión más extrema de la crisis de representación política es la descomposición de los partidos representados en el parlamento.
El sistema político no da más y su expresión es la crisis de representación política de la sociedad peruana. Los elegidos por ser elegidos no son representativos de los electores a pesar de que votaron por ellos. Es la crisis de la democracia representativa que ofrecía que el pueblo elija a los mejores para que en nombre de ellos gobiernen. Es una democracia representativa que elige a los peores. Esta crisis no se acaba con la vacancia o renuncia del presidente Pedro Castillo, que los congresistas se vayan a su casa y se convoque a elecciones generales. Estamos frente a una crisis estructural que se resolvería en una situación de coyuntura crítica que abra un proceso de transición.
Las expresiones de esta descomposición política son: el estallido de las bancadas parlamentarias, la naturalización del transfuguismo y su aceleración, la corrupción y el lobbismo descarado, parlamentarios con procesos judiciales o condenados, delitos de violación, agresión física y verbal entre parlamentarios, la repartija en los puestos de asesoría y administración en el Congreso.
La contrarreforma política en materia de democracia interna y elecciones a los cargos de elección popular contribuyen a esta situación. El anterior parlamento y el actual se han dedicado a sabotear y resistir la reforma política. Reforma incompleta y mediatizada que alimenta la crisis de representación y la descomposición de la clase política.
Hablar de clase política en el país es una exageración en estos tiempos. Se entiende clase política como la élite política que se organiza en partidos para gobernar un país. Es decir, una clase gobernante. El caso es que los actuales miembros de los partidos, no podemos decir militantes, no son una élite, en la mayoría de los casos son todo lo contrario. Los franceses designan con el término de élite a los mejores, son los que destacan por encima de los demás.
Gaetano Mosca, que escribe “Elementos de ciencia política” en 1897 y llega a nuestras manos con el título de “La Clase Política”, rebautizada por Norberto Bobbio que prologa la reedición contemporánea en español (edición FCE), dice que en toda sociedad existen dos clases de personas, los gobernantes y los gobernados. La primera, menos numerosa, desempeña todas las funciones políticas y disfruta de las ventajas de su condición privilegiada. La segunda, más numerosa, dirigida por una minoría, es gobernada de una manera más o menos legal, violenta y arbitraria, al tiempo que suministra los medios materiales de subsistencia de esa clase en el poder
Dice, además, que la superioridad de la clase política radica en una diferenciación de hombres notables de entre las masas ordinarias y que esta diferenciación otorga el requisito de predominio de los gobernantes sobre los gobernados. La clase política tiene características que la distinguen de las masas por los valores que sus sociedades estiman venerables, de allí que obtengan una superioridad moral sobre sus gobernados.
El problema es que la clase política en nuestro país no tiene esos valores que le otorguen esa superioridad política y moral sobre los gobernados. Las minorías gobernantes, a la que Mosca la denomina “clase política”, no tiene las cualidades, reales o aparentes, que sean apreciadas por la sociedad, ya que están en descomposición política y moral.
Tanto la derecha como la izquierda no ha logrado constituir una clase gobernante capaz de conducir los destino del Perú. Como hemos dicho los partidos políticos de hoy se organizan para ganar elecciones, pero no para gobernar. Lamentablemente en el Perú, a diferencia de otros países de América, nunca se tuvo una burguesía nacional, es decir una burguesía con intereses nacionales capaz de organizarse políticamente y defender al país, generar el desarrollo capitalista y ser clase dirigente. El siglo pasado, la izquierda en el Perú se pasó varias décadas buscando una burguesía nacional para su utopía de revolución democrático popular. Su dogmatismo y marxismo de manual fueron sus anteojeras que le impedía ver la realidad. No aprendieron nada de Mariátegui.
Hoy en el país hay un presidente con cero experiencia de gobierno, expulsado en la práctica del partido con el que llegó al poder, que penosamente ha construido una precaria estabilidad con ofrecimiento de obras a parlamentarios de provincia. Una modalidad usual en todos los gobiernos. Un entorno familiar y de paisanos que tienen graves denuncias de corrupción. Además, de tener seis investigaciones fiscales acumuladas. Es un gobernante sin norte político.
Si bien es cierto, la estrategia del presidente es la sobrevivencia política a pesar de que ha perdido varios aliados como los gobernadores regionales, sectores sociales populares que lo apoyaron y gran parte de la izquierda, en la última encuesta del IEP ha subido 5 puntos, esta en 29% y el Congreso sigue cayendo, está en 8%. Una ventaja que tiene es una derecha fragmentada y mediocre y a los medios concentrados, desde la segunda vuelta, que son la expresión de los grupos de poder económico que no han logrado someter aún a Pedro Castillo.
Por otra parte, los antiguos partidos han desaparecido, se han desintegrado embarrados por la corrupción, las crisis ideológicas y programáticas y las luchas intestinas por el botín, lo que llamó Julio Cotler (1993) la quiebra de los partidos y de sus identidades políticas. Los nuevos partidos que surgieron se convirtieron en vientres de alquiler o de invitados de todo tipo que juegan a ganarse alguito si logran ser elegidos. Estos partidos están en proceso de descomposición política y se desacreditan aceleradamente, sus miembros son presa fácil de los lobbys de los grupos de poder económico que aprovechan la situación para sacar leyes a su favor.
La única bancada no ha estallado es Fuerza Popular, la disciplina y la cohesión, obviamente no es la fuerza de la ideología fujimorista, sino los mecanismos extrapartidarios que impiden el transfuguismo. En el primer año, hábilmente logró aislar al partido de gobierno para que no esté en la Mesa Directiva del Congreso a lo cual contribuyó la torpeza e inexperiencia de PL. FP no participó en la Mesa Directiva del primer año, pero fue la que le puso la agenda a la presidente del Congreso mediante el control de dos comisiones claves: Constitución y Fiscalización.
En este segundo año FP se hizo de la primera vicepresidencia con una experimentada congresista con lo cual logró apoderarse del control de la nueva Mesa Directiva aprovechando la poca experiencia y norte político de los demás integrantes y de las proximidades políticas con la presidenta que fue candidata a gobernadora regional por el fujimorismo. Quien gobierna no es APP, sino FP, si es que no se han dado cuenta aún. Los primeros acuerdos de la Mesa Directiva son la evidencia de lo sostenido.
Finalmente, ni la derecha, ni la izquierda o las coaliciones de la sociedad civil han logrado construir una propuesta de que país queremos y que tipo de gobierno para ello. Se han quedado en la fórmula de elecciones generales con reformas políticas sin plantear para que. En el proceso de la crisis política se presentará una coyuntura crítica de resolución de la crisis como dice Senesio López para lo cual, obviamente, no se está preparado.
Franz Portugal
Sociólogo
Profesor de la UNMSM
Presidente del Instituto Gobernancia
Director del programa de radio PERÚ 2030