Por: Antero Flores-Araoz
Conocemos hasta la saciedad, que todos tenemos el derecho de participar en Política. Nuestra Constitución expresamente los reconoce al establecer que las personas tienen derecho “a participar en forma individual o asociada, en la vida política de la Nación”, agregando que “Los ciudadanos tienen, conforme a ley, los derechos de elección, de remoción o de revocación de autoridades…” (inc. 17 del art. 2).
El derecho a la participación política se confirma y refuerza con el artículo 31 de la Carta Constitucional, el cual dispone que “los ciudadanos tienen derecho a participar en los asuntos públicos … Tienen también el derecho de ser elegidos y de elegir libremente a sus representantes … “ y añade que “Tienen derecho al voto los ciudadanos en goce de su capacidad civil”
La forma de poder participar en la política en forma asociada es a través de las agrupaciones políticas regionales o nacionales, estas últimas los partidos políticos, cuya vida y acción se han vuelto complicadísimas por los exagerados requerimientos, requisitos, condicionamientos y regulaciones de la frondosa legislación electoral.
Para quienes somos cristianos católicos, tenemos que tener presente las expresiones de Juan Pablo II en su exhortación apostólica “Chrisfideles Laici”, que al recordar la obligación de los laicos de servir a la persona y la sociedad, señala que “… de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política”. Lo expresado fue reafirmado en su Encíclica “Sollicitudo rei sociales” hace 35 años.
Teniendo presente todo lo expuesto, sin que quepa una ñisca de duda, estamos habilitados para formar agrupaciones políticas, pero antes tendríamos que pensar quienes estamos en el centro político, si es conveniente estar ampliando más y más ese espacio con nuevos partidos políticos.
Es más que evidente que cuantos más partidos existen, compartiendo la misma ideología, los mismos métodos y los mismos o similares ideales, el espacio común que ocupan se va tugurizando y van compitiendo entre si, con lo cual, queriéndolo o no, le están haciendo el juego a quienes no creen en la Democracia, pero la utilizan para llegar al poder y destruirla.
Cuando tuvimos en nuestra patria una izquierda responsable, representada por personas de la valía de Alfonso Barrantes Lingán o Rolando Breña Pantoja, entre algunos otros, hacían lo indecible para estar unidos y hasta propiciaron la recordada “Izquierda Unida”. Evidentemente se trataba de otra izquierda, que a diferencia de lo que vemos cotidianamente, imitando a los Evo, Chávez y Ortegas más las nada sutiles pretensiones de poder omnímodo, en el fondo era una izquierda democrática.
Penosamente no hemos aprendido nada, o hemos olvidado lo recorrido. Recordemos simplemente lo acontecido hace algo más de un año que, por estar desperdigado el centro político, llegó al poder lo que hoy lamentamos y sufrimos.
Es legal la formación de nuevos partidos, pero ello no es necesariamente lo deseable y se podría vaticinar suicidio político.
Antero Flores-Araoz
Parlamentario de 1990 al 2006, incluyendo congresista constituyente
Presidente del Congreso 2004-2005
Embajador ante la OEA 2007
Ministro de Defensa 2008-2009
Premier 2020
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