Nadar a ciegas en un mar helado, en una noche oscura y con el pánico a cuestas, sabiendo que en cada brazada se decidía sus vidas, fue la experiencia más ingrata que les tocó vivir a los integrantes de la familia Paredes Paredes, quienes iban como pasajeros a bordo del crucero Costa Concordia, que naufragó hace unos días en Italia.
Paredes se declaró feliz de estar nuevamente en su tierra, tras el amargo episodio en el que se convirtió su iniciativa de contratar un servicio de crucero que encontró por Internet, con la intención de disfrutar con sus seres queridos de unas relajantes vacaciones.
“De alguna manera estar lejos de tu tierra siempre te genera sentimientos de soledad, pero ahora estamos felices”, comentó el sobreviviente.
Según relató, al comienzo del accidente los responsables de la nave trataron de calmarlos y los pasajeros acataban sus órdenes, pero cuando el barco empezó a inclinarse reinó el caos.
“En ese momento era un ‘sálvese quien pueda, todos jalaban, empujaban y trataban de salvarse’”, contó.
Anotó que cuando estaban en el mar, su mayor preocupación era su esposa porque, si bien sabe nadar, no tiene mucha fortaleza física, a diferencia de su hija.
“En todo momento, la animábamos a seguir para que no decaiga y nadamos juntos pero mar adentro, donde había una lancha. También había posibilidad de ir hacia unas rocas pero pensé que allí correríamos más riesgo”, relató.
Como consecuencia de la rudeza del rescate, su esposa se fracturó las costillas flotantes al impactar su cuerpo contra la lancha al momento de ser alzada por sus rescatistas.
Tendrá que guardar al menos 30 días de reposo, lo que en realidad es un pequeño detalle si se considera lo terrible que significa verse cara a cara con la muerte.
La familia Paredes perdió todo lo que llevaba consigo, incluso los implementos que Diana, violinista de la Orquesta Sinfónica de 21 años, había adquirido en Italia, para sus actividades musicales.
Pero es también lo de menos. Mañana estarán de nuevo en el Cusco, su lugar de residencia, para tratar de retomar sus vidas de antes, aunque ahora fortalecidas por la experiencia.
“El sufrimiento de ese momento se traduce ahora en un crecimiento de otro tipo. Esta experiencia nos deja muchas lecciones, nos ha unido más como familia y nos da fortaleza para afrontar otros retos que nos pueda presentar la vida”, comentó.
(Foto: Andina)